Relatos para niños leones

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Hace unos días tuvimos la suerte de participar en el podcast ‘Esperándote’, que realiza con mucho arte y cariño nuestra amiga Natalia Eseverri. Durante la grabación del programa en Tejeringos, con un café y unos churros que nos robaron el sentido, Natalia nos comentó una anécdota que nos llamó mucho la atención.

-¿Sabéis que le di vuestro libro a mi madre, que es maestra? Pues ella se lo dejó a un alumno al que llama el Niño León y le encantó-, nos dijo sobre el libro que hemos elaborado para el Ayuntamiento de Ojén, ‘Nico y Lena: La Cueva de la Media Luna’.

Llenos de ingenuidad y de curiosidad , le preguntamos a Natalia por qué su madre le había puesto a uno de sus alumnos un apelativo tan rimbombante.

-Porque todos los libros que coge, los devora.

Resulta que todos en su colegio lo llaman así, desde los maestros, hasta los bedeles pasando por sus compañeros de clase. Aquel nombre nos evocó la melena rubia y leonina de ‘El Principito’, un personaje al que siempre hemos apreciado por su ternura y curiosidad.

-Mi madre le preguntó qué era lo que más le había gustado de nuestro libro, -continuó Natalia con su alegría característica. -Y ¿sabéis que dijo? Todo.

La sangre se nos paró por un momento en las venas al escuchar un halago tan bonito.

-Pero hay más, -nos dijo ella. -Mi madre le preguntó también qué era lo que menos le había gustado. -Nosotros nos removíamos en nuestro asiento deseosos de saber la respuesta.

-El Niño León le dijo que lo que menos le había gustado era lo corto que se le había hecho el libro.

¡Cáspita! ¡Qué aleteo en el estómago! ¡Qué sentimiento de estar flotando por encima del suelo sentimos tras escuchar aquellas palabras! ¿Acaso hay mejor premio para todos los meses de trabajo, incertidumbre, nervios y desesperación que saber que al menos un lector ha disfrutado de la experiencia de leer el libro que has hecho para él?

Con el paso de los días la sensación de perplejidad se ha ido desvaneciendo, como pasa con todo en esta vida. Sin embargo, no queremos olvidarnos nunca del Niño León y de su manera de devorar libros. Cada vez que tengamos un momento de bajón o un segundo de duda acerca de lo que hacemos, su mero recuerdo nos bastará para apretar el paso con más fuerza si cabe y seguir insistiendo en la senda quijotesca que tomamos hace más de un año.

Como nos encanta soñar despiertos, nos gustaría que en este mundo hubiera más niños leones y niñas leonas. Es difícil, lo sabemos, pero no imposible. Debemos empezar por accionar máquinas. Si las casas se llenan de libros y de padres, madres, tíos, abuelos y hermanos leones, que dan sentido a la lectura con su ejemplo, el objetivo se hará más fácil.

Mientras tanto, nosotros seguiremos escribiendo, diseñando y publicando cuentos para niños leones.  El próximo estará dedicado al mozalbete que ha dado sentido a este post y del que, por cierto, no conocemos su nombre. ¿Se os ocurre cuál puede ser el nombre de pila del Niño León?

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25 febrero, 2016